miércoles, 15 de enero de 2014

NICETO BLÁZQUEZ, O.P.


CONFESIÓN PÚBLICA


DAR GRACIAS

 

“Niceto, hace unos días vi en televisión unas declaraciones de Luz Casal, famosa cantante, y, como es sabido, ahora retirada temporalmente por un cáncer de pecho. Ella decía así: “tengo mis ojos llorosos, mis venas quemadas, mis músculos torpes, mis huesos doloridos y mi cabeza calva”.

         Yo también he pasado por todo eso. Hoy, gracias a Dios, ya parece solo un mal recuerdo. Hace poco más de un mes que ya no llevo peluca. Pero, si  de algo me ha servido todo esto, es para que no pase ni un solo momento que no dé gracias a Dios. Cuando me levanto veo que Dios me regala otro día, y, de verdad, es imposible enfadarme por tonterías como quizá lo hacía antes.

         Recuerdo el día que me lo dijeron. En esos momentos tu cabeza va muy deprisa, muy deprisa. Nunca podré olvidar la expresión de la cara de mi hijo cuando salí del quirófano. Siempre  hemos estado muy unidos, pero yo creo que esto nos ha unido más.

         Siempre pensé que tenía buenos amigos, pero jamás pensé que fueran tan de verdad y tantos. Nunca se lo agradeceré bastante. Ahora me dicen que estoy curada, pero ese miedo creo que quedará siempre. Hoy, Señor, sé que tú hiciste que me lo cogieran a tiempo y por eso quiero darte las gracias de todo corazón. Gracias  también por mi hijo, por mi familia y por mis amigos, que todos ellos  hicieron que la enfermedad  fuera  muy  llevadera” (MARY SULT).

         “Hoy he sentido necesidad de ver escrito un cachito de mi vida mañana te mandaré otro trocito

         Corría el año 198…, tenía un buen trabajo, tenía amigos, hacía lo que quería pero yo quería más. Un día, sin proponérmelo ni buscarlo, me encontré con un chico de mi pueblo. Nunca fui novia suya pero siempre supe que él lo que tenía conmigo era una especie de obsesión. Él estaba casado, su matrimonio no funcionaba y me propuso casarse conmigo. Tenía tres hijos.  A veces me preguntaba por qué no.  Pero  siempre la cabeza me decía que no, que eso de meterme en un matrimonio no iba conmigo.

         Llegó la Semana Santa de aquel año y me fui a Benidorm. Mi compañera era una señora de 77 años que estaba en la Residencia de ancianos que había junto al colegio. No llevaba yo ninguna idea en la cabeza sino sólo saber lo que quería. En vez de ir a ningún sitio me quedaba haciendo ganchillo en el salón del hotel. Un día un señor me dijo que en el hotel de enfrente había baile que por qué no le acompañaba, que me llevara a mi compañera y así veíamos el espectáculo. Yo por el baile tengo verdadera pasión y le dije que iríamos. Fuimos dos o tres noches y las vacaciones se acabaron y de nuevo al trabajo. Antes nos dimos los números de teléfono y quedamos en llamarnos. Él parece que lo cogió con interés y fue a verme a Madrid. Yo me encontraba cómoda con él, estaba a gusto, y él hacia sus viajes a Bélgica y a Benidorm. En pocos meses compramos un piso. Él tenía un dinero y dimos la entrada, yo tenía un buen sueldo y pudimos hacernos con las letras. Su pensión era de unas 53.000 ptas. más lo que cobraba en Bélgica, que eso lo iba guardando allí. Mi sueldo eran más de 100.000 ptas. Hoy mis compañeras se están jubilando con casi 300.000, cuando yo sólo tengo unas 66.000 ptas. de una ayuda que me dan por tener más de 52 años.  Un día le dije que quería ir a Toledo. Mi idea era quedar con el de mi pueblo y decirle que había encontrado un hombre a quien quería y me iba a casar con él. Desde ese día mi vida me fue un verdadero infierno. Él nunca me creyó que hubiera ido a eso.

         Pero solo Dios sabe que digo la verdad.

         Empezamos a vivir juntos y no nos podíamos casar. Su mujer le había dejado hacía más de 20 años con dos niños y nunca más supieron de esos niños, ni la familia de esa mujer. Tramitamos un divorcio y al estar más de 10 años desaparecida, la dieron por muerta y le dieron el divorcio pronto, aunque no tan pronto como yo hubiera querido. Pero había un problema, no me podía casar por lo Iglesia, y eso para mí me hacía sufrir. Un día fui a confesarme y me dijo el cura que no me podía dar la absolución, y que, por supuesto, nada de comulgar. Estuve muchos años sin comulgar, hasta que un día mi hijo ya de monaguillo, me dijo: “mamá siempre se queda la tuya sin dar”.

         Otro problema era decírselo a mis padres. Mi madre más o menos me entendía que no me casara por la Iglesia. Ella sólo quería verme feliz. Se lo dije un día a mi padre y su contestación me dejó perpleja pues no me la esperaba.  Me dijo: “siempre me tendrás para todo lo que me necesites”. Yo la verdad es que le adoraba a mi padre, pero Dios quiso que a sus 66 años muriera de repente. Cogiendo una caja se desplomó y allí se quedó. Yo había estado el domingo con él y se murió el martes. Siempre le daba un beso al despedirme pero ese día no estaba y fue a despedirse de mí al pueblo siguiente. Yo iba en el autobús sentada y no me levanté a dar ese beso y siempre me quedó la cosa de por qué no me levanté a dárselo. Pero un día, ya muerto mi padre, yo sentí ese beso. Mi padre murió en mayo y yo me casaría en Noviembre.

         En mi boda no hubo vestido blanco, ni flores ni luces. Solo mi madre y mi hermano y una hermana, que fueron los padrinos. A la otra hermana ni siquiera se lo dijimos. A mí me parecía que estaba haciendo algo malo al casarme por el juzgado. Allí nos dijeron cuatro palabras que yo ni recuerdo, y nos pidieron las alianzas, que por cierto las llevábamos puestas y no hubo necesidad de ponerlas allí. Una vez terminamos esa comedia nos fuimos a un bar, y era esa la hora en que estaban barriendo toda la suciedad del día anterior, y ni siquiera nos dejaban estar un momento quietos. Me acuerdo que pedí unos mejillones y me dijeron que no habían preparado aún nada (eran las diez y media de la mañana) y yo soy incapaz de tomar nada si no como algo. O sea que nos fuimos y allí se terminó la boda.

         La vida de casados no era como yo imaginaba. Él era muy frío. Yo llevaba mucho amor que dar pero me lo tuve que ir tragando. Él se iba a Bélgica a temporadas.  Cuando llegaba me daba un par de besos en la mejilla y se iba al bar. Yo no comprendía que después de tantos días sin vernos los encuentros fueran así. Pero así era. No puedo decir que nunca hubo nada porque yo pronto tuve a mi hijo. Ha sido lo más grande que me podía haber pasado en esta vida. Él siempre me amargaba con aquel viaje a Toledo y me echaba en cara que yo seguía viendo al otro. Así hasta el día de hoy. Su frase favorita era “contigo no se puede vivir”, y el dichoso viaje.

         Pasaron  unos cuatro años y una noche él tardaba en venir a cenar. Cosa rara en él, yo me puse a dar de cenar al niño y llamaron a la puerta. Era el vecino. Me preguntó por él, le dije que no estaba y se fue. Cuando llegó le dije que el vecino había preguntado por él. Me preguntó si había venido enfadado y yo le contesté que no le había notado nada. Él se fue otra vez. Y al poco tiempo me llama de nuevo el vecino y me dice que acaba de llamar a la policía para denunciar a mi marido, por tocamientos (imaginar lo que queráis) a su hijo de 7 años. Mi reacción fue decirle que estaba loco, que mi marido no podía haber hecho eso. Él me calmó y me dijo que sabía lo que estaba diciendo.

         Al poco rato llegó otra vez mi marido y me enseñó una cuerda cubierta de plástico y me dijo que la había comprado para suicidarse pero que no tuvo valor. Hacia las dos de la madrugada se presentó la policía y se le llevaron. Yo dejé a mi hijo con unos vecinos y me quise  ir a la comisaría, pero a esas horas no había ni taxis, sólo uno que aún no estando de servicio, (¡como me vería!), que me llevó sin cobrarme nada. A la mañana siguiente le vi otra vez. Le toman declaración y dicen que para que no fuera a la cárcel tenía que dar una fianza de 50.000 ptas. Fui corriendo al banco por el dinero, pero después de darlo, me dijeron que había habido otra denuncia de otro niño y que tiene que ir a la cárcel. Yo me volvía loca. ¡Cómo es posible que yo no me hubiera dado cuenta de nada en todo ese tiempo! Pero sólo las personas que lo hayan podido pasar pueden comprenderme. (Cuando lo leas ya hablamos).

 

            Corría el año 19…

         Se le llevaron a la cárcel y me quedé sola con mi hijo y mi trabajo. Yo trabajaba de noche y tuve que coger una chica para que me lo cuidara. El  niño estaba en X pues quería que desde pequeño estudiase inglés.

         Los que van a la cárcel por esos delitos suelen estar muy mal mirados y él no fue una excepción. Yo nunca había pisado una cárcel ni de cerca. Me acuerdo que el primer día fui, pregunté y me dijeron que entrase en una habitación y esperase. Allí había mucha gente, y como me dijeron que esperase, si me descuido todavía estoy esperando. No pedí vez y allí todo el mundo iba pasando menos yo. Las visitas eran de 15 minutos, se le veía tras un cristal sucio y por donde se hablaba estaba aún más sucio. Un día cuando volví a verle me dijo que le tenían amenazado. A la mañana siguiente me fui para la cárcel y estuve todo el día allí sentada hasta que pude hablar con el Director de  allí, para que lo cambiaran de celda. A mi hijo lo dejé con una vecina, que limpiaba colegios por la tarde, y me lo tuvo toda la tarde sentado en una mesa. Aún me recuerda mi hijo la tarde tan mala que pasó sin saber dónde yo estaba. Mi espera no fue inútil pues al día siguiente lo cambiaron al Psiquiátrico de la cárcel donde  estuvo dos meses. Yo mientras tanto buscaba piso en T para que cuando saliera no tuviera que encontrarse con quienes lo denunciaron y alejarle de aquel ambiente. ¡Qué inocente yo!

         Por circunstancias que no vienen al caso tuve que hacer la mudanza yo sola y mi niño. Llegaron los muebles antes que llegásemos nosotros en el autobús. A las 10 de la noche, sin gota de fuerzas, nos fuimos a tomar un vaso de leche y allí me derrumbé  y empecé a llorar.

         Llegó el día que salía de la cárcel y yo estaba toda contenta, llegué allí a las 6 de la tarde, no nos dejaban estar dentro y allí estuve hasta las 2 de la madrugada que lo soltaron, y, como siempre, dos besos fríos fue lo que recibí. A esas horas era difícil encontrar un hotel o yo no sabía dónde ir. Un taxi nos dejó en un hotel, preguntamos si había habitación y nos dijeron que no, pero que podíamos pasar la noche en los sillones de la entrada. Nos sentamos y a los cinco minutos él se levantó y se fue. Yo toda la noche esperando y él sin dar señales de vida. Yo pensaba: cuando den las 6 y abran el metro me voy para T. Pero a las 6 menos cinco se presentó. Le dije que dónde había estado y me contestó que estirando las piernas.

         Yo seguía trabajando en Madrid. Una locura que duró hasta que vendimos el piso y partimos el dinero y yo me hice la casa en el pueblo con mi dinero, y un poquitín que muy generoso él me dio. Yo pensaba que allí en el pueblo él se encontraría bien y todo sería un mal recuerdo, pero otra vez me equivoqué. Una tarde una chica me dejó su niña un ratito, la niña estaba algo malilla ese día y yo la pregunté si quería merendar y me fui a la tienda a dos pasos de mi casa a comprar un poquito de jamón. Él se quedó con ella, yo no tardé nada, pero cuando volví vi los ojos de la niña como si quisiera decirme algo. Y ya no tenía ganas de merendar. Yo me decía que eran cosas mías que no había dado tiempo para nada. La niña tenía 6 años. A los pocos días de esto era el cumpleaños de mi hijo, y yo, mientras sacaba una bandeja y otra, notaba que las madres cuchicheaban y cuando yo llegaba se callaban. Ya les pregunté qué pasaba y fue cuando una madre me dijo lo que yo no me quería creer lo de aquella tarde de la niña. ¡Me volvía loca! Cuando estuvimos solos le pregunté qué había hecho y él me contestó que con cuál de ellos. O sea  que había más y yo no lo sabía.

         Era por entonces la época de la aceituna y siempre he ido a recoger las aceitunas a mi olivar. Él no iba. Cuando volví un día vi que no estaba el coche, entré en la casa, miré su armario y no había nada de su ropa. Le busqué por muchas partes, llamé a montones de sitios y no di con él. Al cabo de un tiempo me llamó y me dijo que no le busque que estaba en B. Desde el primer día quise irme con él para que mi hijo estuviera con su padre, pero él por sistema me contestaba que conmigo no se podía vivir y que yo me iba con cualquiera. Todas las vacaciones cogía a mi hijo y lo llevaba con él hasta que ya mayorcito le dije: hasta aquí he llegado, yo ya no puedo más.  Si tú quieres ver a tu padre vete tú solo.

         Hace x años el otro hijo de él se casó, con tan buena suerte que se fue también su  mujer y le dejó con una niña de año y medio, y  él trabajando de albañil. Yo decido traerme a la niña y la tengo 6 meses, pero veía que eso no era la solución y se lo dije. El abuelo, que todo lo arregla con dinero, me tira a la cara 50.000 ptas. Yo que de verdad no tenía dinero, las recojo y les digo que busquen una solución y les doy un plazo para que decidan qué van hacer con la niña. Se la llevó una temporada la madre, pero se ve que es imposible, la madre no la atiende a la niña y además está con otro hombre y encima está embarazada de otro niño. La niña va de un lado para otro hasta que el padre se hace cargo de ella otra vez con mucho sacrificio para sacar a su hija adelante. Las vacaciones yo me la traigo y esa niña que no la sostenían las piernecitas  por sólo comer bolsas del bar, hoy es una preciosa niña a punto de cumplir sus  X años. Dicen que de todo malo se puede sacar algo bueno y de eso yo estoy segura. Tengo un hijo que es el motor de mi vida, él me da fuerzas para todo”.

 

         “Niceto, bonita edad 70 años viendo todo lo que ha pasado en tu vida: tantos recuerdos, tantas cosas buenas y, ¿por qué no?, también algún mal rato. Pero todo siempre bonito al ver lo grande que es DIOS para darle siempre MUCHISIMAS GRACIAS por la vida. ¡Felicidades! Hace ya muchos años que te conozco. No te conocí en algún congreso o en un aula de universidad. Lo mío fue más simple. Un día fui a misa a los Dominicos de Alcobendas y quise confesar y allí estabas tú. Yo tenía bastantes problemas. Mi vida no ha sido fácil en nada y eso mejor que nadie lo conoces tú. La segunda vez que nos encontramos fue en una cafetería. Yo seguía con mi vida loca y estuvimos charlando un rato. Puedo decir que NUNCA ME FALLASTES. Han transcurrido ya más de treinta años y puedo decir que, aunque la vida me llevó por otros derroteros, siempre supe  que “estabas” si yo te necesitaba. Estuve años sin saber nada de ti y cuando te volví a encontrar seguías siendo el mismo de siempre. Puedo decir que no eran grandes soluciones las que dabas a mis problemas, pero sí sabías escuchar y yo creo que sólo con eso me conformaba. Hoy quiero darte UN GRACIAS muy grande por todo. Por saber que siempre te tuve sin tenerte y por saber que la amistad verdadera en esta vida es lo único que importa y une a las personas. Un fuerte abrazo de alguien con quien sabes que podrás siempre contar”. POSDATA: “Qué tiempos aquellos! ¡Cuánto quise y cuánto me quisieron! Pero la vida no me salió como yo pensaba.
A mis 65 años estoy cansada de tanto ir contra corriente.
UN FUERTE ABRAZO Y ¡¡¡GRACIAS!!!